Me constituye un lago profundo y virgen
sobre el que se ha arrojado
la tierra de cada minuto,
el barro de cada año,
la arcilla de cada recuerdo, la arenisca de cada beso.
Me constituye un lago profundo,
donde el silencio impone su ley por todos los rincones,
de la mano de una oscuridad esencial,
superficie ciega de raíces ancestrales
donde todo se inicia y se desconoce
Alguien me lleva de la mano por el fondo de la tierra,
me arrastra por el fondo de los mares;
alguien me pone alas más allá del horizonte,
me quema en las profundidades del magma primigenio.
Él es lo originario, lo verdadero,
el que fundamenta la espesa niebla de mis zapatos.
Él es lo único real.
Yo soy el que no ve, el que no oye,
el que no puede hablar de la verdad,
el que no puede hablar de lo real.
Yo soy el innombrable.
Y así no sé si me constituye una cueva
de estalactitas y estalagmitas
o un antro de truhanes.
Esto que veis
no es más que el brochazo de pintura azul
que oculta el blanco original del lienzo de la tienda,
el papel brillante, guardián del secreto del regalo;
no es más que el vestido que tapa mi cuerpo elemental,
la tierra que cubre y deja en el silencio
la caverna terciaria que me habita.
La tierra de mi alma que piso hoy en la superficie
es la que sustenta al roble y la encina del bosque de mis sentimientos,
la que pone ríos de emociones a mi boca...
Esta tierra de mi alma que colmata el lago hondo
es la que pisáis vosotros, los que me conocéis,
porque, aunque soy el innombrable, soy nombrado por vosotros.
Voy, ciego, por las calles de mi mismo,
al amanecer, al tardecer,
en busca de las señas de identidad.
Sigo la ruta del desvío sin esperanza
porque se han llevado las señales de emergencia.
Aunque sé que no puedo beber el agua fresca de la verdad,
de la realidad más profunda que me sustenta,
busco señales lejanas, débiles, mortecinas;
desde lo más hondo de mi mismo,
descifro con cuidado cualquier señal mensajera.
A veces, bajo las estrellas, a solas, en el campo
escucho la soledad acuosa que me forma
por si llevara conmigo un rumor de olas del lago,
un pequeño ¡plof! de un trozo de piedra sobre el agua,
el gemido de algún animal viviente,
el ¡clic! ¡clic! de un oculto engranaje,
posible causa de mi vida consciente.
A veces, lo confieso, creo oír allá dentro,
un lento y sedoso palpitar cóncavo,
una enorme aleta transparente y cíclica,
el respirar hondo y cósmico de una estrella.
Y así escribo con palabras sensaciones,
que me llegan desde el lago, aproximaciones
atrevidas desde la llanura silenciosa, dormida entre dos cordilleras,
puro símbolo de mi realidad innombrable.
Maxi Rey (2002)